Llueve tras los ventanales del caserón; tierra fría, tierra del norte; a la lumbre del hogar los peregrinos calientan sus manos y reconfortan el espíritu al calor del café caliente; se preparan para continuar su marcha.
Les espera un largo camino, viento de cara con bastón en mano les sujeta los huesos en la gélida estación. Recordarán la noche apacible, el plato caliente, los tazones humeantes, una cama templada al abrigo de una vieja estufa de carbón.
La mañana despertará tiritando; se abrigarán con tiento, bufanda al cuello, guantes de lana y el zurrón lleno…. , el camino es largo y el hambre no es buena compañera. Buen vino, queso curado y una hogaza de pan llenarán el atillo que aliviará la dureza de sus pasos. Silencio entre sus dientes, añorarán a aquellos que dejaron atrás por el sabor de una aventura; anhelarán la compañía de sus hembras, tan distantes ahora; extrañarán fundirse entre sus brazos, un beso de amor en noches de pasión. En su camino albergarán la esperanza de reencontrarse con el abrazo inocente de sus hijos, aquellos que sufrirán su partida más que nadie; pequeños corazones que llorarán su ausencia sin que apenas se vislumbre la tristeza en su mirada. Forjarán su carácter con pequeñas cicatrices y con la sonrisa dibujada en su rostros vírgenes de toda necedad.
Pronto llegará el día; ese en que el regreso será su consigna, dejarán atrás la dureza del destierro, se reencontrarán con su presente y dormirán al abrigo de un futuro lleno de ilusiones y desde ese momento….. dejarán de ser caminantes y comenzarán a disfrutar del resto de sus vidas.