Pasa el tiempo y no te encuentro; giro en torno a tu búsqueda, a tus recuerdos, los que en un tiempo eran nuestros; me los robaste, te llevaste parte de ellos en tu memoria, ésa que compartíamos. Hoy me queda ese rincón vacío que dejan las almas cuando se van, me arrebataste la ilusión. Y es por aquellos recuerdos del pasado por los que amanezco cada día, mendigando las sobras de lo que fue, procurando que las cenizas no pierdan su calor, preservando nuestro pasado del olvido.
Con la templanza entre mis dedos, a veces se me escurre el corazón; se deja caer, se apaga su luz, se acoge a la sin razón y rechaza el latir de cualquier otro que no sea el tuyo; su frecuencia palpita al unísono de tus recuerdos; se altera con aquellos apasionados, tranquilo cuando te sueña a su lado; corazón herido, perdido, camina solo con el dolor por bandolera, y ésta pesa, le arrastra al fondo, duele, le quema.
Amanecerá de nuevo, seguro; más allá del horizonte puedo ver como se acerca una nueva luz; es delicada, frágil, camina despacio, demostrando, amando sin reservas, con la sinceridad prendida en su camisa. Es la premisa de un nuevo amor, se vislumbra en la oscuridad, tímido, inquieto con mi presencia. Quiero ver su rostro, su interior, la llama que lo alienta; quiero sentirlo cerca, con calma, sin prisas, saborearlo lentamente con la llegada del Ocaso. Quiero que vaya ocupando su lugar, que forje su lecho en mi regazo, quiero en definitiva, sentir su calor.