Elocuente, tez morena, semblante afable y amabilidad en sus formas; de todo ello gozaba aquel Benaluense de sangre. Por los poros de su piel, rezumaba el rocío fresco del Guadix en primavera. Hijo adoptivo de Granada, había paseado mil veces su juventud por entre las fuentes del Generalife; su corazón, en la Alcazaba. Sus sentimientos más profundos guardados, como un tesoro inconmensurable, en los Palacios Nazaríes, al cobijo de las fieras en el Patio de Leones. Abencerraje de espíritu, con el honor por montera y la dignidad como estandarte; así era él; un verdadero caballero con aureola épica, si cabe; cabalgando a día de hoy, con un cierto halo heroico, se diría; se aventuraba ardua su encomienda, es cierto….. en estos tiempos donde la vanidad y el deshonor van de la mano y, a menudo, son cómplices…..
En otros tiempos, despertaba cada mañana con el aroma dulzón de la Azucarera del Carmen, y al ocaso, correteaba su infancia por entre sus rincones, en las calurosas noches de verano; noches de ensueño, cuando, bien entrada la madrugaba, se arropaba con las historias de Modesto…..el gitano.
Domingos de parroquia entre paredes mudéjares, vestigio de antiguos moradores; cultivaba su espíritu entre sagradas escrituras. En invierno al calor de los chiscos por San Antón, se dejaba embriagar por aromas y efluvios de buena cocina y ensordecía sin control, con los fuegos artificiales que llenaban de guirnaldas las noches frías y oscuras del mes de enero. Infancia feliz al abrigo de su pueblo.
Así creció el niño Juan Manuel, entre buganvillas y abedules, al calor de las gentes y con la ternura de sus padres que hicieron del chico….. un hombre extraordinario.