Sigiloso, cautivo, el depredador humano sale en busca de su presa; una risa sardónica le dibujará el semblante bajo espasmódica quietud. Paciente, acechante, no hay prisa si el resultado huele a carne. El sabor de la sangre dilatará sus pupilas, éxtasis, embriagadora maldad que sabe a recompensa. Y la noche es cómplice, aguardará invisible, no importa cuánto, si la pieza lo merece.
Noche de verbena, pureza en la piel, la adolescencia en su rostro …. camina al unísono de los latidos de su corazón; sin apenas sospechar….. su inocencia se lo impide, pero su alma siente la inquietud; mirada temblorosa, el miedo le embarga. Un golpe certero apagará su vida, sin apenas darse cuenta; y la tristeza, el llanto de los suyos velarán su muerte. Saciado una vez más el depredador se replegará de nuevo; mente enferma, ocultará restos del sacrificio, piezas del horror en su lúgubre habitación. Ahora silencio…..
Luna menguante, noche certera, feria en el pueblo…… guárdate de caminar sola…… el depredador acecha...
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